El impacto de la inseguridad residencial en las familias
Resumen
La crisis socioeconómica que vivimos durante los años 2008 y 2009 y las posteriores recesiones han tenido unas consecuencias y han generado unas cicatrices en nuestra sociedad que todavía arrastramos y que han afectado especialmente a las capas sociales más vulnerabilizadas, pero también a nuestro tejido social y familiar.
El problema estructural de la vivienda dificulta el acceso a un derecho fundamental como es el derecho a una vivienda digna para todas las personas. En este contexto, el impacto para las familias que se encuentran en situación de pobreza, especialmente las familias monomarentales, ha sido muy fuerte. Tal como muestran los datos del Consejo General del Poder Judicial, en Cataluña se ejecuta una cuarta parte de los desahucios de todo el Estado español, y en el primer trimestre del año se ha llegado a concentrar el 24,9% de los desahucios de todo el país. De estos, casi un 80% se producen por impagos de alquiler, y un 17,9% por ejecuciones hipotecarias (Consejo General del Poder Judicial, 2024). En cuanto al precio de los alquileres, en la ciudad de Barcelona la media se sitúa en los 1.087,23 euros (Generalitat de Catalunya, 2025).
La inseguridad residencial
Las familias con niños y adolescentes a cargo que viven en viviendas inadecuadas o inseguras se encuentran en situación de sinhogarismo, según la clasificación de la European Typology of Homelessness and Housing Exclusion (ETHOS) (Feantsa, s.f.).
La tasa de riesgo de pobreza en Cataluña se sitúa en un 23% en las familias biparentales y en un 42% en las familias monomarentales (Idescat, 2024), normalmente encabezadas por mujeres que se encuentran en una situación vulnerable, que se traduce en desigualdades sociales, económicas y de género que interseccionan entre ellas. Además, a menudo hay situaciones de violencia machista que las ha forzado a dejar el domicilio familiar y a iniciar itinerarios marcados por la precariedad residencial y la exclusión severa. Esta dificultad de acceso a una vivienda segura genera que en algunos casos, a pesar de encontrarse en situación de riesgo, la mujer tenga que volver al domicilio familiar porque no tiene otra opción ni para ella ni para sus hijos e hijas.
A pesar de que hay pequeños adelantos, las políticas públicas continúan siendo débiles y a menudo no contemplan lo suficiente las necesidades específicas de estas familias y de estas mujeres. La exclusión residencial y la violencia de género son fenómenos interdependientes y atraviesan los itinerarios vitales de estas mujeres, madres de familia, especialmente en cuanto a las violencias machistas, que marcan sus itinerarios residenciales y contribuyen a vulnerabilizar su situación y la de sus hijos (Instituto Metrópoli, 2023). Por otro lado, el hecho que estas mujeres sean las únicas responsables de los cuidados de sus hijos e hijas, limita sus oportunidades laborales y el acceso a una vivienda digna.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias en el ámbito de la salud mental y física para las familias que se encuentran en esta situación vital? ¿Y en el ámbito comunitario? ¿Cuáles son las consecuencias para los niños de estas familias a corto, medio y largo plazo?
El trauma de vivir un desahucio
Algunas de las familias que acompañamos desde Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona han sido expulsadas a la fuerza del que hasta entonces era su hogar. Según el informe Impactes de la crisi de l'habitatge en les vides dels infants i els adolescentes (Institut infància i adolescència, 2022), hay una afectación física, mental y afectiva en los niños y adolescentes que han atravesado estos procesos, que se traduce en:
- Miedo.
- Depresión.
- Estado de angustia.
- Sensación de desprotección.
- Soledad.
- Desconfianza.
- Vergüenza.
- Trastorno del sueño.
- Frustración.
- Desorientación.
- Cansancio.
En cuanto a las unidades familiares, el impacto revierte en graves problemas de convivencia, violencias, estrés emocional, gritos y ansiedad, entre otros aspectos.
Los procesos de desahucio y pérdidas de vivienda modifican y empeoran la salud física y mental y provocan consecuencias devastadoras en las familias.
Por otro lado, el impacto que genera la pérdida de una vivienda, así como la inseguridad y la vivencia emocional que comporta, puede tener como una de las consecuencias más graves el suicidio (Jiménez et al., 2020). Los procesos de desahucio y pérdidas de vivienda modifican y empeoran la salud física y mental y provocan cambios de conducta y consecuencias devastadoras en las familias.
Vivir con la incertidumbre y con la amenaza constante de que tarde o temprano te echarán de casa genera miedo, impotencia, inseguridad, sufrimiento y abatimiento. Estas son algunas de las consecuencias del trauma por un desahucio, que afectan la estabilidad psicoemocional de las familias y de los niños (Soriano, 2025). Además, según el Consejo General de Psicología de España, la exposición al trauma puede llegar a triplicar el riesgo de tener un trastorno de salud mental (Infocop, 2023).
La experiencia en primera persona
Desde la experiencia de acompañar a familias que se encuentran en situación de exclusión residencial, hemos podido recoger cuál es el impacto y el trauma que les genera vivir una situación de desahucio y de inseguridad residencial.
Una madre de familia, por ejemplo, nos explicaba que el día que las desahuciaron obligó a su hija pequeña, que era menor de edad, a entrar antes al instituto para que no presenciara aquella situación, y cómo la hija mayor, menor de edad también, se quedó con ella sosteniéndola, simbólicamente y literalmente, para evitar que se desmayara. También nos decía que llegó mucha policía, y remarcaba que ella no era ningún delincuente, que nunca había tenido ningún problema con la justicia, que era una buena persona y una buena vecina; no entendía por qué criminalizaban su pobreza. En aquel caso, sus vecinos y vecinas salieron para apoyarla e intentar parar una maquinaria que tritura la dignidad de las personas con la expulsión de tu casa, de tu hogar, de tu espacio de cobijo, del lugar donde te sientes segura y protegida con tu familia; pero también de tu barrio, de los parques donde han empezado a andar tus hijos, de la comunidad educativa de la que formas parte a través de la escuela y del instituto del barrio, de la red de solidaridad y de cuidados que has tejido a lo largo de los veinte años que has convivido en esa vecindad.
La expulsión de tu casa, de tu hogar, de tu espacio de cobijo, del lugar donde te sientes segura y protegida con tu familia causa un trauma importante con consecuencias para la salud mental.
La afectación en los miembros de una familia empieza precisamente con el desarraigo y la expulsión de su comunidad; con el descuartizamiento y la rotura de los vínculos; con la privación de su identidad y de la identidad familiar; con la rotura de la red de cuidados, de apoyo y de ayuda mutua, que es lo que sostiene nuestras vidas como seres humanos. Una afectación que, en definitiva, lleva a muchas familias a la periferia de nuestra sociedad, arraigándolas en los márgenes. Precisamente, la película En los márgenes, del director, guionista y actor Juan Diego Botto, hace un excelente retrato de esta realidad social con toda su crudeza.
Ínsula y Vesta: dos programas de atención a las familias basados en la vivienda
Desde Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona, conscientes de las realidades de los hogares más empobrecidos, como son las familias monomarentales con niños a cargo, y de los nuevos retos que se presentan, hemos apostado para unir esfuerzos, movilizar recursos y generar alianzas con otras entidades para poder garantizar la estabilidad residencial de esta familias. En este contexto, y considerando el acceso a la vivienda como un derecho, nacen los programas Ínsula y Vesta, con el objetivo de ofrecer una solución residencial estable como primer paso para la recuperación social y la autonomía de las familias.
Programa Ínsula
Impulsado hace seis años, Ínsula es un programa transformador dirigido a familias mayoritariamente monomarentales y a personas en situación de exclusión residencial. Nació como una alianza estratégica de gobernanza con Cáritas Diocesana de Barcelona, Fundació Mambré y Fundación Formación y Trabajo, con el objetivo de ofrecer una respuesta integral a las personas altamente vulnerabilizadas en un contexto de crisis socioeconómica y de vivienda. En este programa, la vivienda es la base de un acompañamiento social centrado en las personas y en las familias, que alcanza procesos de recuperación personal y familiar a través del apoyo emocional, la atención psicológica, el asesoramiento jurídico e itinerarios formativos y de inserción laboral. Este enfoque demuestra que es posible generar oportunidades reales de recuperación social y promover los derechos de las personas en situación de exclusión residencial, si se trabaja desde la coordinación entre entidades.
Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona ofrece a las familias en situación de exclusión residencial una vivienda como primer paso para la recuperación social y la autonomía.
Programa Vesta
Por otro lado, también hemos puesto en marcha el programa Vesta, que en cuatro años se ha consolidado como una respuesta innovadora y transformadora, centrada en las familias monomarentales con niños a cargo. Impulsado por los ayuntamientos de Sant Adrià de Besòs, Montcada i Reixac, Santa Coloma de Gramenet y Badalona, y con el apoyo del Consorci del Besòs y del Àrea Metropolitana de Barcelona, Vesta replica el modelo de alianza con las mismas entidades que Ínsula, aprovechando la experiencia de este primer programa.
En ambos programas se lleva a cabo un acompañamiento social centrado en las necesidades de las familias y una intervención con perspectiva de género y enfoque interseccional, donde las familias participan de manera activa en su plan de trabajo, para lograr la recuperación social y familiar, establecer un proyecto de futuro y acceder a una vivienda.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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