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Artículo

La responsabilidad compartida ante el fenómeno del suicidio

Prevención, posvención y responsabilidad social frente al estigma
Arhoa Cortés

Aroha Cortés Perera

Psicóloga forense y EMDR, especialista en violencias machistas, suicidio y duelo.
Associació Tramuntana Després del Suïcidi
Un grupo de ayuda mutua con dos chicas abrazándose.

Resumen

El suicidio es un fenómeno complejo influido por factores demográficos, sociales y económicos, en el que el estigma y el tabú dificultan el acceso a una ayuda adecuada. Es vital desmitificar el suicidio mediante educación y sensibilización, promoviendo una comprensión desde la salud pública y creando espacios para hablar de ello. Las comunidades rurales enfrentan desafíos adicionales debido a la falta de recursos y a normas sociales más restrictivas. Un enfoque integral que incluya diálogo abierto y apoyo empático es esencial para una prevención y una posvención eficaces.
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El suicidio hace referencia a la muerte voluntaria y autoinflingida llevada a cabo por la propia persona. Pero es imprescindible remarcar que la persona que se suicida no desea morir, sino acabar con un sufrimiento emocional persistente que lo aboca a una desesperanza profunda, viendo esta salida como la única vía para poner fin a su situación. Según la Organización Mundial de la Salud, 720.000 personas mueren cada año por suicidio.

Es necesario contextualizar la terminología que conforma el fenómeno suicida para poder entender de qué estamos hablando. En primer lugar, requiere nombrar la ideación suicida, que hace referencia a cogniciones que engloban desde pensamientos fugaces de querer quitarse la vida, hasta imágenes autodestructivas persistentes y recurrentes más consolidadas. Este tipo de pensamientos puede variar en función de la intensidad, la frecuencia y la intención de ser llevados a cabo. En el siguiente nivel se encuentran las comunicaciones suicidas, acto intermedio entre la ideación y la tentativa suicida. Dichas comunicaciones pueden ser verbales o no verbales y hacen referencia a los deseos, las ideas o la intención de quitarse la vida, con acciones como escribir notas de despedida (no siempre presentes), realizar conductas de cierre o la planificación del método. Seguidamente, nos encontramos con la tentativa suicida, que abarca toda conducta autoinflingida de forma consciente y voluntaria con clara intención de quitarse la vida pero que no acaba con resultado de muerte, bien por arrepentimiento en el último momento o porque alguna situación ajena a la persona impide el desenlace final. Por último, hablamos del suicidio consumado, que recoge el fallecimiento voluntario de la persona de manera autoinflingida. 

El suicidio es un fenómeno complejo influido por una amplia gama de factores interrelacionados, de naturaleza demográfica, social, económica, cultural y psicológica. Estos factores incluyen, entre otros, la posible negación de los derechos humanos básicos y la falta de acceso a recursos esenciales. Así mismo, eventos vitales estresantes como la pérdida de ingresos, presiones laborales o educativas, rupturas de relaciones, discriminación y otras crisis pueden desempeñar un rol significativo (Zhu et al., 2022).

Claves prevencion suicidio

Claves para la prevención de la conducta suicida

Estigma y suicidio

No quiero continuar estas líneas sin abordar el fenómeno desde una perspectiva más humana, empático y real, ya que detrás de cada una de las personas que forman parte de la lista de fallecidos por esta causa, nos encontramos con el sufrimiento de la persona que contempla esta vía como única escapatoria a una desesperanza que lo arrasa todo, y también con el sufrimiento de familiares y amistades que ven cómo su ser querido se apaga y se abandona sin saber cómo ayudarlo o a que puerta llamar en el empeño de salvar su vida. 

Hay que tener en cuenta aquellos casos en los que el entorno próximo conoce esta situación y este sufrimiento, cuando ya es demasiado tarde y no hay nada que puedan hacer ante la muerte de su ser querido. Es un momento en que el entorno se enfrenta al vacío y al dolor desgarrador del alma, ese que no encuentra consuelo y está lleno de preguntas sin responder en un bucle continuo de «y si hubiera dicho», «y si hubiera hecho». En definitiva, con unos «y si» y con preguntas infinitas, porque la realidad es que quien podía dar respuesta ya se ha ido y no las podrà contestar. Estamos abocados a la incertidumbre taladrante y persistente, donde la pena, la culpa y en muchas ocasiones el estigma que envuelve a la muerte por suicidio son los únicos compañeros en el tránsito de este duelo complejo. Un duelo que muchas veces es desautorizado, no solo por el propio superviviente, sino también por una sociedad a menudo ignorante y envuelta en un tabú perpetuado culturalmente, donde resulta más sencillo mirar hacia otro lado que mirar a una problemática que nos afecta a todos y de la que nadie está libre de ser una potencial víctima, directa o indirectamente.

El duelo por suicidio muchas veces es desautorizado, no solo por el propio superviviente, sino también por una sociedad a menudo ignorante y envuelta en un tabú perpetuado.

El estigma social que envuelve al suicidio se conceptualiza como el conjunto de actitudes, creencias y comportamientos negativos dirigidos hacia individuos que han considerado, intentado o consumado un suicidio, así como hacia quienes sufren o han sufrido el duelo por esta causa. El estigma puede extenderse tanto a los familiares cercanos, como a otros seres queridos y entorno próximo de las personas afectadas.

Son muchas las creencias equivocadas que lo envuelven, como considerar el suicidio un acto egoísta, cobarde o moralmente reprobable; todo ello refuerza la desaprobación social y el autoestigma de las personas afectadas (Corrigan et al., 2017).

Atención supervivientes suicidio

La necesaria atención a las personas que han perdido a alguien a causa del suicidio

El tabú del suicidio en el entorno

Si bien el estigma sobre el fenómeno del suicidio se da de manera generalizada, está altamente intensificado en comunidades rurales, donde se evidencia una suma de factores como el aislamiento geográfico, la soledad no deseada, las normas de género restrictivas, la falta del acceso adecuado a los servicios de salud mental o las normas sociales culturalmente establecidas donde se pone de relieve la autosuficiencia. Todo ello dificulta la petición y búsqueda de ayuda tanto de la persona en riesgo de suicido como de sus familiares y personas cercanas (Bartik et al., 2015; Kennedy et al., 2018; Monteith et al., 2020; Perceval et al., 2018; World Health Organization, 2019; Soontae et al., 2022; Ongeri et al., 2022; Gearing et al., 2023).

En ocasiones, las personas que sobreviven a la tentativa de suicidio suelen ser vistos como emocionalmente débiles o inestables, mientras que las familias de personas fallecidas por esta causa se enfrentan al señalamiento social de que no hicieron lo suficiente para prevenir la tragedia, aumentando así el sentimiento de culpa tan propio del duelo por suicidio. Estas actitudes generan un entorno de aislamiento y silencio, perpetuando una percepción negativa del suicidio y sus afectados. El estigma social del suicidio se manifiesta a través de la combinación de rechazo, juicio moral y exclusión hacia quienes se enfrentan a la ideación suicida, ante quienes han llevado a cabo intentos previos o ante quienes han perdido a un ser querido por esta causa. Dicho estigma adopta diversas formas, como son la discriminación, la culpabilización y la difusión de estereotipos negativos.

Cecilia Borràs

Psicóloga. Presidenta-fundadora
Después del Suicidio – Asociación de Supervivientes (DSAS)

Romper con el tabú que rodea al suicidio y el duelo por el mismo, requiere un enfoque integral que combine ofrecer conocimientos y sensibilización en el área de la salud mental, imprescindibles para romper con los mitos y tabús; y promover una comprensión adecuada del suicidio como un problema de salud pública, fomentando la empatía y disminuyendo los prejuicios que lo envuelven. Resulta indispensable una apertura real y honesta al diálogo, para no solo romper con el tabú que viene influenciado por la propia cultura, sino también resulta igual de importante generar espacios seguros y de confianza, donde se dé pie a la discusión y la normalización de las conversaciones al respecto. Esto facilitará que las personas en riesgo de suicidio y las familias las personas próximas pidan ayuda. La sociedad puede jugar un papel fundamental en la prevención, pero también en la posvención, ofreciendo un acompañamiento real y empático a aquellas personas afectadas por una pérdida por suicidio.

El tabú sobre el suicidio dificulta la petición y la búsqueda de ayuda tanto de la persona en riesgo de suicido como de sus familiares y personas cercanas.

El camino entorno a la prevención y posvención no debería estar solo en manos de equipos profesionales, sino que se trata de una responsabilidad social. Además, resulta imprescindible mencionar el papel que juegan los medios de comunicación en la promoción de la salud mental, incluido todo lo relacionado con el duelo traumático por suicidio. A la hora de abordar el fenómeno es imprescindible el uso de un lenguaje adecuado al contexto, la empatía y el respeto ante aquellos que se enfrentan a la pérdida, así como ante aquellos otros que contemplan esta acción como la única salida a un sufrimiento y desesperanza que parece no tener fin. Por último, y no menos importante, destacar la relevancia de disponer de medidas políticas públicas reales y accesibles, teniendo en cuenta los recursos sanitarios. No menos importante es tener unos recursos accesibles, no sólo en las zonas más pobladas, sino también en los municipios rurales, a menudo los grandes olvidados, que cuentan con particularidades específicas y, en ocasiones, con una menor disponibilidad a estos recursos.

Eva Berenguer

Familiar de persona muerta por suicidio

No estás solo

No quiero perder la oportunidad de enviar un cálido mensaje, no solo a las personas que se encuentran en riesgo de suicidio, sino también a las que se encuentran transitando su propio camino en este duelo tan doloroso y, en muchas ocasiones, tan solitario:

«A ti que sufres, a ti que te debates entre entrelazar tus dedos y aferrarte a la vida con el último resquicio de fuerza que te queda, o dejarte ir, llevado por la fuerza de esa ola que te arrastra, cargada de desesperanza, desespero y soledad, aunque te halles rodeado de gente. A ti, cansado o cansada de luchar, de buscar incansablemente una puerta que te lleve a un estado de alivio, donde la brisa de la vida roce suavemente tus mejillas, esa puerta que parece que no llega, que no se deja ver entre tanta oscuridad. A ti, y solo a ti, déjame susurrarte que no estás solo. No puedo hacer mío tu camino, no puedo atravesar por ti el arduo camino empedrado y árido que te espera por delante, en busca de esa luz que te permita iluminar las tinieblas que ahora parecen rodearte. Pero permíteme decirte que, si me necesitas, seré el bastón en el que apoyarte, seré quién te escuche sin juzgar, seré quién te vea y valide lo que sientes, te animaré a continuar cuando pienses que ya no puedes más. Me apoyo en la esperanza de que cuando al fin alcances esa luz sosegada de calma y bienestar, sin importar el tiempo que se tarde, seré quién te recuerde que el mérito siempre fue tuyo, pero que somos muchos los que nos alegramos que vuelvas a aferrarte con firmeza a esta vida, que, si bien sabemos que puede ser muy perra, también tiene cosas bonitas que ofrecerte. No estás sol@».