Hermana de una persona afectada por TCA
Las pérdidas pueden ser ganancias
Nadie está preparado para vivir un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) en casa. De alguna manera, es como un terremoto que lo destroza todo, que cambia todas las dinámicas y rutinas que tenías. De golpe, te encuentras sola, destrozada, sin nada de todo aquello que te daba seguridad, preguntándote tantas cosas para las que no encuentras respuesta, y sin poder cogerte a nada.
Cuando mis padres me explicaron que mi hermana quizás tenía un TCA, recuerdo un dolor en el pecho intenso. ¿Cómo podíamos estar viviendo aquello nosotros? Mi hermana siempre tan atenta, energética, social.. ¿Cómo podía ella tener un TCA? Con el tiempo, aprendes que el TCA no discrimina y que puede aparecer en cualquier casa y en cualquier persona, independientemente de su vida, del género, de la talla...
Aquella primera noticia fue el principio de un viaje muy largo; de pasar las vacaciones entre las paredes verdes de una habitación de hospital; de confusión, frustración y mucha tristeza; de sufrir desmesuradamente por todo: por mi hermana y por ver mis padres tan destrozados. Es difícil expresar tanto dolor y tantas emociones con palabras. Recuerdo que me costaba mucho poder compartir lo que vivía con mi círculo más próximo, porque se me encogía el corazón y el dolor se me encallaba en algún lugar entre el estómago y la boca.
Yo encontraba refugio en mi vida fuera de casa. Acababa de empezar la universidad y se me abría un mundo lleno de gente nueva. Pero muchas veces me sentía culpable de seguir mi proyecto vital sintiendo que en casa el TCA lo había parado todo.
Poder hablar de todas estas emociones con el grupo de apoyo de la Asociación contra la anorexia y la bulimia (ACAB), de la que ahora formo parte del equipo voluntario, me ayudó a poder poner un poco de luz a tanta oscuridad.
Me costaba mucho poder compartir lo que vivía con mi círculo más próximo, porque se me encogía el corazón y el dolor se me encallaba en algún lugar entre el estómago y la boca.
Siempre me gusta mencionar una cita de Albert Espinosa, que podría ser una lección de vida: «Las pérdidas son positivas. Toda pérdida es en realidad una ganancia». Sí, quizás hubo mucho dolor durante los años que mi hermana estuvo secuestrada por el TCA, pero me gusta pensar que también ganamos. En primer lugar, después de muchos años de lucha, mi hermana consiguió ganar al monstruo. Y ahora, es una persona brillante con ganas de comerse el mundo. Y, en segundo lugar, ganamos un vínculo muy grande y muchos y muchos momentos de ternura. Recuerdo un día largo de hospital en el que me puse en la cama con ella para sentirla algo más cerca. La ternura de aquel momento es difícil de recoger en estas líneas.
El papel de los hermanos y de las hermanas en el proceso de recuperación de los TCA es muy complicado. De alguna manera, no tienes la responsabilidad paternal, pero, de golpe, tu aliado en la familia está sufriendo mucho y está fuera de juego. De golpe, todo cambia y toda la atención familiar se centra en el TCA. Ves a tus padres sufriendo muchísimo y tienes la necesidad de ayudar tanto como puedas.
A todos los hermanos que estén viviendo esta situación les diría que se cuiden mucho, que encuentren su propio refugio, que encuentren su círculo salvavidas para hablar de todo lo que están viviendo y que abracen mucho a sus hermanos. A veces, solo hace falta estar allá y estar presente. Estos vínculos emocionales que crean los momentos tiernos pueden ser un motor muy importante para que la persona tenga la fuerza para luchar contra el TCA.
Este testimonio es posible gracias a la Associació contra l'Anorèxia i la Bulímia (ACAB)
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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