El trastorno negativista desafiante en la infancia
Es normal que los niños se opongan y desafíen de vez en cuando. De hecho, es una señal de un desarrollo saludable. Entonces, ¿cuándo se considera que un niño presenta un trastorno negativista desafiante? El diagnóstico no debe darse, por ejemplo, a un niño pequeño que acaba de descubrir que su nueva palabra favorita es «no».
El trastorno negativista desafiante (TND) generalmente se diagnostica al comenzar la primaria, con seis o siete años, y deja de diagnosticarse en la adolescencia. Los niños que tienen TND tienen un patrón bien establecido de problemas de conducta.
Los síntomas incluyen:
- Estar inusualmente enojado e irritable.
- Perder la paciencia con frecuencia.
- Molestarse fácilmente.
- Discutir con figuras de autoridad.
- Negarse a seguir las reglas.
- Son personas deliberadamente molestas.
- Culpar a los demás por los errores.
- Ser vengativo.
Todos los niños pueden tener estos síntomas de vez en cuando. Lo que distingue al TND de la conducta de oposición normal es lo grave que es y cuánto tiempo lleva presentando estos síntomas. Un niño con TND habrá tenido problemas de comportamiento extremos durante al menos seis meses. Otro sello distintivo del TND es el costo que tiene en las relaciones familiares. Las frustraciones diarias regulares (órdenes ignoradas, discusiones, arrebatos explosivos) se acumulan con el tiempo, y estas interacciones negativas dañan el vínculo entre padres e hijos y refuerzan los patrones de comportamiento hostiles. Se estima que el 6 % de los niños se ven afectados por el TND. Aproximadamente el 30 % de los jóvenes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) también tienen TND.
Los niños que tienen problemas de conducta ponen a los padres al límite de su capacidad de contención. Los padres se sienten presionados por un lado a actuar con permisividad y por el otro lado a ser hipercoercitivos con la esperanza de que un mayor control haga que el niño escuche. Ninguno de estos extremos contribuye a la paternidad ideal. Nunca es la intención de los padres reforzar el mal comportamiento y, a menudo, no nos damos cuenta de cuándo estamos haciendo lo contrario de lo que nos gustaría.
Se presentan a continuación dos escenarios comunes:
- Un padre le pide a su hijo que deje de jugar y se prepare para ir a la cama. El niño ignora las dos primeras solicitudes. La tercera vez que el padre lo vuelve a pedir, está tan enfadado que lo pide gritando.
- Un padre le pide a su hijo que deje de jugar y se prepare para ir a la cama. El niño hace un berrinche porque quiere seguir jugando. El padre no quiere que esté tan alterado antes de acostarse, así que retrocede y le dice que puede jugar otros diez minutos, pero luego tiene que irse a la cama.
En el primer escenario, el niño aprende que gritar es una forma aceptable de transmitir un mensaje. De manera más sutil, también podría estar aprendiendo que puede seguir ignorando esas primeras solicitudes; cuando el padre escala la situación es cuando él sabe que habla en serio.
En el segundo escenario, el niño ha aprendido que hacer una rabieta podría darle algo que quiere, por lo que será más probable que lo vuelva a hacer en el futuro.
Ambos escenarios pueden suponer para las familias el desenlace de conflictos futuros, y cuanto más se repiten, más se vuelven patrones de comportamiento familiares de los que es más difícil romper. No es necesario que el niño tenga TND para que ocurran estos escenarios, pero las interacciones negativas repetidas como estas hacen que sea mucho más probable diagnosticar un trastorno de conducta.
Esto también explica por qué los niños con TND pueden comportarse peor en casa. Es probable que los niños con TND se opongan más a las personas que conocen bien, en parte porque los patrones de relación entre ellas están ya muy afianzados. Mientras que en un lugar como la escuela, donde un niño tiene menos control en general sobre su entorno, los tipos de comportamientos que son comunes a los TND pueden no dar el mismo resultado.
Existe una comorbilidad (dos o más trastornos que aparecen en el mismo individuo simultáneamente) muy alta en los niños con TDAH a los que también se les diagnostica de TND. Dependiendo del estudio, la comorbilidad podría ser del 30 al 50 % de los niños con TDAH que también presentan TND.
Los niños que tuvieron muchas dificultades para calmarse por sí solos cuando eran pequeños y continúan de mayores presentando dificultades en mantener una capacidad apropiada para controlar sus emociones frente a la decepción o la frustración, a veces pueden desarrollar TND. Los adultos de su entorno pueden estar más inclinados a adaptarse a sus demandas para que la familia funcione de la manera más armoniosa posible. Los niños que han experimentado mucho estrés y traumas en la vida también son más propensos a desarrollar TND.
Los padres juegan un papel clave en el tratamiento del TND. Esto puede ser sorprendente, ya que los niños son los que reciben el diagnóstico, pero en el TND, la relación entre padres e hijos debe repararse, lo que significa que ambas partes deben hacer cambios para volver a situarse en el camino correcto.
Todos los programas de tratamiento tienen ciertos objetivos en común, como ayudar a los padres a encontrar el término medio entre ser demasiado autoritarios y demasiado permisivos. Un terapeuta conductual ayudará a los padres a aprender cómo entrenar el comportamiento de sus hijos estableciendo expectativas claras, elogiando a los niños cuando cumplen lo que se les pide y aplicando consecuencias efectivas cuando no lo hacen. Los padres también aprenden a usar estas estrategias de manera constante; una de las razones por las que las estrategias de manejo de la conducta a veces no funcionan es porque los padres prueban técnicas diferentes y conflictivas o no siguen un programa el tiempo suficiente para ver resultados. Los padres y los niños también aprenderán habilidades para resolver problemas cuando lo necesiten.
Un pequeño porcentaje de niños con TND desarrollan lo que se conoce como trastorno de conducta, que es un cuadro más grave que incluye actos delictivos como robar, provocar incendios y hacer daño a las personas o a los animales.
Este es un artículo original del 12º Informe FAROS «Una mirada a la salud mental de los adolescentes - Claves para comprenderlos y acompañarlos».
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