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Silvia
Madre de una chica con trastorno depresivo

«Lo único que puedo hacer es creer en mi hija y caminar a su lado»

Madre e hija caminando

Clara tenía catorce años cuando se identificó con el testimonio de una chica en redes sociales que contaba su experiencia con los trastornos alimentarios. Y le hizo la consulta: «Creo que a mí me pasa lo que estás contando» y, afortunadamente, la chica le contestó: «Díselo a tus padres». Y así lo hizo. Este fue el principio de todo un proceso largo, cambiante, con altibajos, que aún no ha terminado y al que se le sumaron otros trastornos de salud mental. Silvia, su madre, nos comparte su experiencia con la intención de que pueda servir a otras familias que se encuentren en esta situación.

Mi hija tiene un problema de salud mental; ¿alguien me puede ayudar?

«Cuando empezó, fue duro: el desconocimiento del trastorno, interiorizar lo que estaba pasando, el momento de las cenas en casa…Pero lo que entonces no sabía es que no sería nada, comparado con todo lo que tenía que venir», recuerda Silvia, ahora que han pasado casi tres años. Clara inició el tratamiento y su recuperación iba muy bien; pero pasado el periodo de confinamiento por el COVID-19, ya no pudo reincorporarse a la escuela. «No podía andar, no tenía fuerzas, me decía «mamá, ¿qué me pasa?», tenía ataques de ansiedad, lloraba y me decía que no tenía ganas de vivir, que no podía vivir así. De repente, ya no era la comida, ahora era otra cosa. Y empecé la rueda de urgencias, porque entonces todo era nuevo para mí y no sabía dónde acudir ni qué hacer».

Le diagnosticaron una depresión mayor. «Allí se rompió mi hija», explica Silvia. Pero antes de llegar el diagnóstico, pasó varias veces por urgencias, llamó a todos los hospitales para saber qué debía hacer y la atención online del centro de atención primaria (era época de pandemia) nunca llegó. «La verdad es que te encuentras muy desamparada, no es solo que no sepas qué debes hacer, sino que realmente no entiendes ni qué está pasando y nadie te explica dónde debes acudir, hasta que acabas entendiendo el circuito que debes seguir para que te atiendan», nos cuenta esta madre, que aprovecha su testimonio para señalar algunas deficiencias en la atención: «He aprendido que, normalmente, todo depende de la voluntad, el corazón y la comprensión de la persona que tienes delante. Si ella te abre las puertas, tú llegarás hasta donde puedas llegar». Esta afirmación la traslada a todos los ámbitos, entre los cuales los estudios, que ahora mismo Clara no puede seguir, en gran medida por «la falta de adaptaciones y opciones para poder estudiar o formarte cuando tienes algún problema, cuando te sales de lo que socialmente está considerado «normal»», denuncia Silvia.

La verdad es que te encuentras muy desamparada, no es solo que no sepas qué debes hacer, sino que realmente no entiendes ni qué está pasando y nadie te explica dónde debes acudir.

En este proceso también asegura que ha echado de menos «que te expliquen las veces que haga falta y abiertamente qué es lo que hay desde un principio, que será un proceso largo, que debes tener mucha paciencia, y que nunca piensen que lo has podido asimilar y entender todo».

Acompañar a una hija por un camino largo y complejo 

Silvia ha vivido momentos muy complejos con su hija, con ingresos, intentos de suicidio, autolesiones graves y momentos familiares complicados, y cuenta con mucha sinceridad algunas de las sensaciones que ha tenido: «Cuando tu hija te rechaza, cuando tiene una mirada vacía que no es suya, cuando deja de sonreír, cuando deja de querer vivir y de apreciar todo lo que antes hacía, es como si te la hubieran cambiado. Y a veces sientes que el alma se te va. Cuesta mucho estar, entender, saber qué está pasando, y es todo muy confuso. Al final, ves que está sufriendo mucho, aunque no lo puedas entender, y lo único que puedes hacer es quererla mucho, creer en ella y acompañarla en este proceso largo y complejo».

Con los años, Silvia ha ido comprendiendo y buscando recursos que la puedan ayudar, como las terapias grupales donde puede compartir experiencias con otras madres y padres que pasan por situaciones parecidas. Ahora sabe que es difícil que alguien que no lo ha vivido pueda entender la situación, pueda entender que «a veces parece que no quieras a tu hija, porque sientes rabia y piensas que es egoísta, y te enfadas, y quieres marcarle límites, pero entonces, alguien que ha pasado por aquí te dice «déjale un poco de espacio», y llega un momento en el que te das cuenta de que sólo puedes quererla y hacerle sentir que caminas a su lado; que ella quiere curarse y cuando pueda lo hará, y que el mismo deseo de morir y de no levantarse es el que tiene de estar bien». Y confiesa: «Me ha costado, pero ha sido liberador para mí pensar así. Ahora veo el esfuerzo inmenso que hace a diario y la admiro por ello».

Silvia describe la entrada de un trastorno de salud mental en el hogar como «una bomba que explota» y que afecta a toda la familia. En su caso, tuvo que dejar de trabajar durante ocho meses para poder enfrentarse a la situación. En esos primeros meses, el sufrimiento y la angustia fueron constantes: «Cuando en algún momento que estaba mejor salía con alguna amiga, sabía que debía dejarla ir, pero lo pasaba mal; o cuando tardaba un poco más al salir del hospital de día, la esperaba en el balcón pensando «hoy es el día que me van a llamar». 

Llega un momento en el que te das cuenta de que sólo puedes quererla y hacerle sentir que caminas a su lado. Ahora veo el esfuerzo inmenso que hace a diario y la admiro por ello.

Como madre, ha hecho y hace todo lo posible para que su hija esté bien, pero sigue pensando «¿qué más puedo hacer?». Aún así, dice ser consciente de que «no puedo controlar el factor más importante, que es ella misma, que espero que pueda engancharse a la vida». Y con el tiempo, ha conseguido pensar «la vida es así, en cualquier momento te puede cambiar y no puedes vivir con miedo, porque te lleva a una parte muy oscura. Y claro que puede pasarle algo a ella, pero también le puede pasar algo a mi otro hijo cruzando la calle».

Clara sigue su proceso, con momentos mejores y peores, con una autoexigencia que, según nos cuenta su madre, la sigue boicoteando constantemente, intentando encajar en un mundo que a veces se le hace difícil, intentando aceptar y adaptarse a una nueva vida e intentando disfrutar de los momentos, a veces fugaces, en los que se ríe y se siente bien. Su madre siempre estará allí, a su lado, sin exigir, sin atosigar, sin crear expectativas y presiones, pero con la esperanza que, en un futuro, su hija «pueda explicar su experiencia y ayudar a otras personas jóvenes que estén pasando por lo mismo».  

 

Este testimonio es posible gracias a la Associació Catalana per a la prevenció del suïcidi (ACPS)   

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 19 de Marzo de 2024
Última modificación: 25 de Marzo de 2024

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