Seguir aprendiendo cuando eres mayor

Aprender no tiene por qué estar ligado a un uso práctico (profesional, etc.), sino que es un bien en sí mismo. Por lo tanto, para mí es como preguntar qué sentido tiene comer o disfrutar de un paisaje cuando eres mayor.

Me gusta compartir, y para mí el saber en sí mismo no tiene sentido si no se comunica. Las personas mayores reciben con mucha satisfacción este saber, porque nadie les obliga a venir, vienen a disfrutar y contagian este bienestar. También me gusta ver cómo las personas que están más solas al inicio, poco a poco, van encontrando compañía y les va cambiando la cara. Creo que para ellas es muy importante venir a clase, les aporta vitalidad, sentido de vivir, bienestar, satisfacción... Algunas de las personas que vienen siempre han querido estudiar la materia que imparto y no han podido; es el momento de cumplir sus expectativas, y esto es muy importante para ellas, toda una oportunidad.

Imparto un taller de Historia del Arte y también conferencias sueltas sobre temas artísticos diversos. Las clases son magistrales acompañadas de un PowerPoint con imágenes. El arte que enseño lo sitúo en un contexto histórico y filosófico y lo acompaño, siempre que puedo, de música o de películas ilustrativas del momento que estoy explicando. También ofrezco bibliografía y recomiendo documentales, películas y novelas, así como también monumentos, exposiciones, viajes y lugares para visitar. Intento que los alumnos participen siempre que quieran, y al final de la clase siempre doy tiempo para preguntas y debate.

Las personas más jóvenes van a la universidad para labrarse un futuro, así que aprender para ellas tiene, principalmente, un objetivo práctico. Mientras que las personas mayores, que para mí es el mejor público, no están presionadas por las notas o por tener que encontrar un trabajo después. Nadie las obliga a venir y lo hacen con alegría, ganas y curiosidad; vienen a disfrutar.

Yo también he aprendido mucho, porque no tenemos que olvidar que cada persona del público es experta en su ámbito, son personas con años de experiencia en su trabajo o intereses. Y, además, todas son personas inquietas y, por lo tanto, pueden aportar muchas cosas en clase. Por ejemplo, en un curso que hago hay un excatedrático de Arquitectura que nos ilustra  muy bien cuando hablamos de sus temas en clase. Los alumnos siempre suman.

Precisamente fue la semana pasada, cuando este catedrático nos enseñó los beneficios del tejado a cuatro vertientes, en el marco de una clase sobre la Grecia clásica.

Hay esta visión porque durante décadas hemos menospreciado a las personas mayores sin valorar su experiencia, el tiempo que nos pueden dedicar y los inputs que podemos obtener de ellas. Las personas mayores en otras culturas son muy respetadas y valoradas, hay que volver a esta idea. Las hemos arrinconado, pero ahora nos damos cuenta de que la vida se alarga y que tienen (tenemos) muchas cosas que decir y que dar.

Pueden estudiar como pueden hacer otras muchas cosas. Pero estudiar implica estar con otras personas y esto es muy importante, porque muchas de ellas están muy solas. Les cambia la vida cuando hacen amigos o relaciones. En una de mis clases, una mujer llama «hermanos» a los otros alumnos.

Las mismas cosas que haríamos siendo jóvenes, pero adaptadas a nuestras posibilidades, si hace falta. Es una cuestión de aceptar los límites. No podemos hacer un maratón, pero sí un buen paseo o nadar. No podemos ir a Japón, quizás, pero sí descubrir nuestro territorio, etc. Hay que descubrir todo lo que nos ofrecen estos límites, porque nos abren nuevas posibilidades hasta entonces inexploradas. Es una nueva etapa con nuevas perspectivas.