La promoción del envejecimiento saludable: un reto de todos
Resumen
Por primera vez en la historia de la humanidad la mayoría de las personas pueden aspirar a vivir más allá de los 60 años de edad. En los países del llamado primer mundo, con ingresos altos, la esperanza de vida supera en muchos casos los 80 años de edad.
Esta circunstancia provocará importantes cambios demográficos, sociales y económicos, transformando de forma profunda nuestras vidas. Las principales tendencias que producirán estos cambios en las próximas décadas son previsibles y debemos prepararnos para afrontarlas y aprovechar al máximo esta situación, que plantea importantes retos, pero también grandes beneficios para toda la población.
Hay que tener en cuenta que el aumento de la esperanza de vida no solo supone un beneficio para la propia persona, sino también para la sociedad, por el potencial que tienen las personas de edad como recurso de desarrollo futuro. No solo hay que tener en cuenta las habilidades y las experiencias que aportan, sino también sus importantes contribuciones productivas.
El aumento de la esperanza de vida provocará importantes cambios demográficos, que plantea importantes retos, pero también grandes beneficios para toda la sociedad.
Muchos países y sociedades se encuentran inmersos en un modelo en el que el concepto de la vejez se centra en las carencias, viéndolo como un período de vulnerabilidad y desconexión. Así, se considera el deterioro funcional como inevitable y las decisiones de los sistemas de salud se fijan sobre todo en el cuidado de las personas mayores de forma puramente asistencial. En otros modelos, se hace hincapié en la participación social de las personas de edad avanzada, que realizan importantes aportaciones intelectuales, económicas e intergeneracionales. Aunque ha habido un debate intelectual entre ambas posiciones, parece que en las dos posturas hay elementos de realidad y que más bien reflejan los valores que se quieren reafirmar en cada uno de los casos.
Lo cierto es que la heterogeneidad que caracteriza al envejecimiento tanto en sus aspectos sociales como biológicos, hace que estas dos visiones deban ser tenidas en cuenta, ya que ambas contienen elementos valiosos para diseñar las políticas más adecuadas.
El concepto de envejecimiento saludable puede definirse como el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. La capacidad funcional comprende los atributos relacionados con la salud que permiten a una persona ser y hacer lo que resulta importante para ella. Esta capacidad funcional se compone de todas las capacidades físicas y mentales con las que cuenta una persona (capacidad intrínseca), los factores exteriores que conforman la vida de una persona, como el hogar, la comunidad, las relaciones personales y, a nivel social, las políticas de salud y sociales (entorno). Las características personales como la herencia genética, el sexo, el origen étnico y el nivel educativo y económico también juegan un papel importante en el envejecimiento activo. Por último, la interacción entre todos estos factores es crucial y permiten hacernos una idea de la complejidad del asunto que estamos tratando.
La heterogeneidad que caracteriza al envejecimiento hace que debamos tener en cuenta tanto el cuidado de las personas mayores de forma puramente asistencial como su participación social y sus aportaciones intelectuales, económicas e intergeneracionales.
En la trayectoria funcional que experimenta cada persona a lo largo de su vida (deterioro funcional o recuperación de dicha capacidad tras una pérdida transitoria), tiene un papel muy importante la resiliencia, es decir, la resistencia de cada persona ante la adversidad, pudiéndola definir como la capacidad de mantener o mejorar el nivel de capacidad funcional frente a la adversidad. De nuevo, podemos entender esta resiliencia como el resultado de la capacidad intrínseca de cada persona y de los componentes del entorno, sin olvidar, por supuesto, la interacción entre ambos factores.
Tras describir muy brevemente el concepto de envejecimiento saludable y los principales componentes que lo definen, explicaremos el marco en el que se trabaja para conseguir potenciar al máximo el envejecimiento saludable para todos.
¿Cómo potenciar el envejecimiento saludable?
De acuerdo con la OMS, es necesario una acción de salud pública en diversos ámbitos y teniendo en cuenta varios aspectos sociales.
Así, las actuaciones sobre el entorno hay que centrarlas en:
- Promover conductas que mejoren la capacidad.
- Eliminar los obstáculos que impiden la participación, compensando la pérdida de la capacidad de algunos miembros de la comunidad.
Respecto a las personas que requieren atención a largo plazo hay que:
- Apoyar las conductas que mejoran o mantienen la capacidad.
- Mantener la dignidad, asegurando los cuidados adecuados en las últimas etapas de la vida.
A los servicios de salud les corresponde:
- Inicialmente, prevenir las enfermedades crónicas y asegurar la detección temprana y el control de su progresión.
- Revertir o mantener al mínimo la pérdida de capacidad provocada por la patología.
- Tratar con la mayor eficacia posible las enfermedades crónicas avanzadas.
Por lo que se refiere a la sociedad y a las políticas que han de implementarse, es esencial:
Reducir la inequidad
Esta estrategia ha de consistir en mejorar la capacidad funcional de todo el espectro social y disminuir las desigualdades sociales que se observan entre las personas mayores, promoviendo el principio reflejado en los derechos humanos de igualdad y no discriminación. Las medidas que se han de implementar son:
- Comprometerse a que todas las personas de edad avanzada gocen de las mismas oportunidades de mejorar o mantener su salud.
- Incorporar en todas las evaluaciones de resultados de las políticas públicas el componente de la igualdad, fomentándola en todos los casos.
- Incluir la participación de las personas mayores y otras instituciones relacionadas en la definición de las intervenciones y políticas a desarrollar.
Garantizar el derecho a elegir
Las personas mayores no han de ser consideradas como sujetos pasivos en relación a las decisiones que se han de tomar en cuanto a la mejora de su situación y su salud. Antes al contrario, tener en cuenta el derecho a elegir las prioridades y la forma de implementación de estas políticas se encuentra estrechamente relacionado con la dignidad, la integridad, la libertad y la independencia de estas personas. Este principio ha de seguirse sea cual sea el entorno en el que vive el sujeto (la comunidad o una institución).
Las personas mayores han de poder tomar sus propias decisiones en cuanto a la mejora de su situación y su salud, algo estrechamente relacionado con la dignidad, la integridad, la libertad y la independencia de las personas.
Propiciar el envejecimiento en la comunidad
El hogar o el entorno en el que viven las personas suelen estar profundamente relacionados con la sensación de conexión, seguridad y familiaridad y se relaciona también con la identidad y la autonomía personal. Las personas han de tener el derecho a vivir y ser incluidos en la comunidad, aunque tengan algún tipo de limitación funcional. En muchas ocasiones los centros de atención institucional presentan limitaciones que les hace deshumanizadores, presentando obstáculos sociales y culturales que impiden la acción social. Por lo tanto, una de las máximas que han de seguirse en cuanto a las políticas relacionadas con el envejecimiento saludable, es fomentar el envejecimiento en la comunidad donde se ha vivido, priorizando que las personas mayores vivan en su propio hogar con la mayor independencia posible. No solo esta alternativa es la mejor para la persona, sino que también puede resultar financieramente más sostenible. Las nuevas tecnologías de comunicación y supervisión remota, pueden favorecer la comunicación y la integración social y facilitar este objetivo. No obstante, hay que tener en cuenta que esto no siempre es posible, bien por aislamiento geográfico, las malas condiciones de la vivienda o problemas de salud insalvables.
Las consecuencias del edadismo
Un importante problema es el edadismo, es decir, la discriminación de las personas por razones de edad. En este concepto se engloban también los distintos estereotipos y puede tomar diversas formas como los prejuicios, las prácticas discriminatorias o políticas y las prácticas institucionales que perpetúan estas creencias. Algunos expertos piensan que actualmente la discriminación por motivos de edad es más frecuente que por razón de sexo o raza.
En ocasiones, se considera lógica la discriminación por edad al basarse presuntamente en un deterioro biológico objetivo y observable. No obstante, se olvida que existen múltiples adaptaciones que reducen al mínimo estas pérdidas relacionadas con la edad, así como muchos aspectos positivos del envejecimiento, como el crecimiento personal y las contribuciones a la sociedad realizadas por las personas mayores.
Las consecuencias del edadismo son más graves de lo que podría pensarse a primera vista, ya que se ha demostrado que provoca menores niveles de autonomía, menor productividad y mayor estrés cardiovascular. Además, estos estereotipos pueden acabar interiorizándose, lo que refuerza la inacción y el deterioro funcional.
Mejorar la salud de las personas mayores, un derecho con grandes beneficios
Es necesario que la sociedad destine recursos públicos a mejorar la salud de la población de edad avanzada, ya que no solo es un derecho humano que las personas de mayor edad puedan llegar al nivel más alto de salud posible sin discriminaciones, sino que existen dos razones más de peso.
- Por un lado, la promoción del envejecimiento saludable fomenta el desarrollo sostenible de las sociedades, al mejorar la equidad, potenciar los roles productivos de estas personas y disminuyendo la sobreutilización de los servicios al reducir la patología crónica.
- Por otro lado, existe una razón económica, ya que, al fomentar el envejecimiento saludable se reducen los gastos asociados al envejecimiento de la población y se aumentan las contribuciones que realizan las personas mayores mediante el trabajo formal e informal, impuestos, consumo y transferencias de recursos a otras generaciones. Estas contribuciones, contrariamente a la idea (y estereotipo) generalizada, en algunos trabajos realizados se han revelado superiores a los gastos que la sociedad realiza a consecuencia de las necesidades de las personas de mayor edad.
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