Personas con experiencia en salud mental y voluntariado
Resumen
Un objetivo importante, tanto en la sociedad en general, como en cualquier entidad dedicada al voluntariado, es poder eliminar el estigma sobre las personas que tienen un problema de salud mental que, a través de creencias erróneas y mitos, han establecido unos estereotipos que están insertados de manera transversal en todo nuestro entorno.
Una manera de eliminar este estigma, y sobre todo el autoestigma, de las futuras personas voluntarias con un diagnóstico o con un malestar emocional, es poder realizar un buen acompañamiento inicial. Como sucede en otros ámbitos, muchas veces -sea por vergüenza, miedo o simplemente porque no sabemos cómo hacerlo- ni planteamos, ni hablamos de ciertos temas o cuestiones relevantes y básicas tanto para el bienestar emocional de la persona voluntaria como para el funcionamiento interno de la entidad.
Debemos pensar que las entidades las formamos personas, y que todos y todas estamos expuestos a tener un problema de salud mental, por lo que debemos eliminar este miedo a cómo tratar, a cómo comportarnos, no sólo con la persona voluntaria sino con cualquier persona de nuestro entorno.
Incorporar personas voluntarias con experiencia en salud mental es sumamente enriquecedor ya que permite a las entidades disponer de un equipo de voluntariado diverso y plural y refuerza, sin duda, la esencia transformadora de la acción voluntaria.
Para poder hacerlo, os dejamos a continuación un decálogo de pautas básicas en el acompañamiento de las personas voluntarias:
- Es necesario que nos formemos con relación al estigma en salud mental para deshacernos de los prejuicios y falsas creencias que rodean la salud mental y que se convierten en una barrera discriminatoria para las personas con experiencias vividas en salud mental.
- Es necesario que nos formemos al entender mejor los derechos humanos en salud mental, qué significa el proceso de recuperación para estas personas y qué papel tenemos los diferentes agentes sociales y cómo poner en práctica estrategias inclusivas.
- Practicar la empatía. A veces hay que respetar los tiempos y las necesidades comunicativas de las personas con experiencia vivida en salud mental que pueden ser ligeramente diferentes del resto de voluntariado. Cada persona es diferente, no hay una única pauta, pero si sabemos que esa persona tiene alguna dificultad en la atención o en la concentración, por ejemplo, nos ayudará adaptar el lenguaje y la manera en que dirijamos los mensajes (comunicación verbal y no verbal) para facilitar este acompañamiento.
- Promover espacios seguros en las organizaciones. Para poder normalizar las conversaciones en torno a la salud mental, es importante que las organizaciones promuevan espacios seguros en el que las personas puedan conversar sobre el tema sin sentirse cuestionadas ni juzgadas. Sólo así podremos crear un clima de confianza en el que las personas voluntarias con experiencias vividas se sientan cómodas, integradas y seguras.
- Formar sin paternalismo. A menudo, por culpa en buena parte del mismo estigma asociado a los problemas de salud mental, se tiende a infantilizar en el trato a las personas y encima protegerlas ante responsabilidades o situaciones. Se trata de un fenómeno que no ocurre sólo en la salud mental, ocurre también con colectivos como el de las personas mayores o el de la discapacidad intelectual. Hay que alejarse de este modelo y respetar a la persona en su autonomía y toma de decisiones.
- Practicar la escucha activa. En el proceso de la entrevista de acogida a la persona voluntaria es fundamental una actitud de escucha activa que nos permita entender los intereses y necesidades del otro. Hay que tener la mentalidad abierta, no dar por hecho las cosas y avanzar en la entrevista haciendo las preguntas necesarias de cara a la acción del voluntariado.
- La propuesta debe ser realizable. En la búsqueda de un tipo de acción voluntaria que se adapte a la persona, ésta debe ser realizable una vez entendemos todo el contexto. En definitiva, debe ser una buena experiencia tanto para ella como para la persona o entidad receptora del voluntariado.
- Como se hace con todas las personas voluntarias, debemos hacer un acompañamiento estrecho y específico, pero sin saturar, que sea cuidadoso y facilitador: «¿Cómo te gustaría ser acompañado?», «¿Qué necesidades puedes tener?», «¿Qué te va mejor?», «¿Qué señales tienes detectadas que pueden servir de aviso de una sobrecarga o situación de estrés?».
- Fomentar el diálogo y la comunicación. El voluntariado es una actividad que implica una responsabilidad y es importante transmitir a la persona voluntaria que hay que estar conectado con la persona coordinadora de referencia y compartir las dificultades que aparezcan en el camino o los momentos en que, por el motivo que sea, la persona voluntaria no se vea capaz de realizar este servicio, bien sea de forma puntual o más allá del tiempo, para valorar cómo lo gestionamos. La comunicación y el diálogo son clave, forma parte de la confianza mutua que hay que establecer. No es un fracaso, no es una debilidad, es de gran responsabilidad saber decir que no, pedir ayuda y conocer cuáles son nuestros límites.
- Validar a la persona. En el reconocimiento del otro, de sus emociones, sin juzgar y desde una posición de escucha activa y empatía, radica la clave de la aceptación y la inclusión de todas las personas en la comunidad.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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