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El suicidio, un grave problema de salud pública

El suicidio es un grave problema de salud pública y, en términos generales, la primera causa externa de mortalidad. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 2019, cada 40 segundos muere una persona por suicidio, lo que supone cerca de 700.000 muertes evitables al año en todo el mundo. La cuestión del suicidio sigue asociado al estigma y se estima que las cifras están por debajo de la realidad, puesto que muchas muertes no se registran como suicidios. Eso sin hablar de las secuelas de muchos intentos de suicidio que no acaban en la muerte, de los que no hay registros ni los habrá.

La prevención del suicidio está considerada como una prioridad de salud pública y una de las condiciones prioritarias del Programa de acción para superar la brecha en salud mental establecido en 2008. En el Plan de acción sobre salud mental 2013-2020, los estados miembros de la OMS se comprometieron a trabajar la meta mundial de reducir las tasas nacionales de suicidios en un 10%, pero las cifras apenas se han movido.

Para hablar del suicidio, más que dar una definición precisa, podemos establecer una gradación de comportamientos que, de menor a mayor intensidad, conforman la conducta suicida. La aparición de esos comportamientos determinará, pues, el perfil de gravedad y peligrosidad del comportamiento del individuo y permitirá, en su caso, asentar los modelos teóricos y de intervención a partir de una estructura conceptual que facilite la comprensión de la situación.

La conducta suicida la conforman los siguientes comportamientos:

  • La ideación suicida: esta idea engloba desde ideas pasivas acerca del deseo de morir hasta pensamientos activos de matarse, llegando a la planificación de la tentativa como tal. Existe amplio consenso en considerar que la planificación del suicidio identifica a la persona con alto riesgo de suicidio. Cuando hablamos de ideación suicida, nos referimos a personas con ideas activas de suicidio, deseo de muerte y, por tanto, con alto riesgo de pasar al acto. Este «alto riesgo» es valorado por un psiquiatra o psicólogo, ya sea de dispositivos ambulatorios o de urgencias del hospital.
  • Las amenazas suicidas: las entendemos como la verbalización de estos pensamientos y, por tanto, como indicadores de alto riesgo.
  • El gesto suicida: todos los actos preparatorios previos al inicio de la tentativa autolítica, sin que ésta se inicie. Sabemos que es un gesto suicida cuando entendemos lo que está pasando sin necesidad de que la persona nos informe verbalmente de lo que está haciendo.
  • La tentativa autolítica: se considera una secuencia de acciones iniciadas por una persona que espera acabar con su vida como resultado final de estas acciones.
  • El suicidio consumado: se trata de la tentativa que acaba con el fallecimiento de la persona.