Suicidio en personas mayores
El 32% de las muertes por suicidio son de mayores de 65 años y los intentos de suicidio en esta edad suelen tener similitudes clínicas con los de personas que fallecen por suicidio consumado. De hecho, es frecuente que los hombres mayores de 60 años fallezcan por suicidio consumado en el primer intento de suicidio. Esto nos da una idea de la magnitud de esta situación, que nos lleva a realizar un enfoque específico para estas personas.
En la vida afrontamos cambios continuamente y los más importantes son aquellos que suponen que la vida sea diferente para nosotros. La edad geriátrica es una etapa de la vida relevante, en la que se hace evidente el proceso de envejecimiento. En este periodo de la vida, situado en el extremo del continuo vital, habrá grandes cambios –pérdidas– individuales y sociales:
- La aparición de ciertas enfermedades y la pérdida de algunas funciones corporales (pérdida visual, auditiva y del control de esfínteres).
- La jubilación, que conlleva a menudo un sentimiento a veces inevitable de «dejar de sentirse útil».
- El fallecimiento de personas cercanas.
- La pérdida de círculos sociales, el aislamiento social, la soledad.
- Una nueva consciencia de la muerte.
- La brecha generacional, con dificultades de comunicación.
Las personas mayores a veces tienen dificultades para realizar ciertas actividades y necesitan soporte para acudir al médico o para seguir un tratamiento. Otras veces, necesitan apoyo para poder hacer actividades fuera de sus domicilios, como ir a dar un paseo.
La muerte por suicidio en la población de edad avanzada es un fenómeno que a menudo se ignora o se descuida, y atrae menos atención que el suicidio en la población más joven. Es necesario prestar atención a los factores de riesgo en esta población.
Cuando detectamos que una persona tiene pensamientos suicidas, es necesario no pasarlo por alto y asegurar que recibe ayuda. Debemos ofrecerle nuestro apoyo, mostrando comprensión, capacidad de escucha, teniendo paciencia y una actitud empática.
Factores de riesgo en las personas mayores
- La depresión es uno de los factores de riesgo más importantes. Los síntomas varían en esta etapa de la vida respecto a otros rangos de edad. Muchas veces no hay tristeza y encontramos a personas que están inquietas, con pérdida de apetito, problemas de sueño, etc.
- Antecedentes de intentos de suicidio previos.
- Pérdida de interés o abandono de actividades. Abandono de controles médicos o rechazo de la atención de terceras personas.
- Sentimientos de culpa, desesperanza.
- Hombres que viven solos o tienen escaso apoyo social o familiar.
- Sufrir abuso o negligencia.
- Soledad: sentirse desconectados de su círculo social, familiar o de amigos.
- Eventos vitales adversos, como el fallecimiento de personas cercanas.
- Enfermedades crónicas, principalmente las que implican dolor o discapacidad, que provocan un cambio en la interacción o participación social y en las que hay un sufrimiento psicológico asociado.
- Sentimientos de culpa, falta de autoestima e impotencia.
- Rigidez cognitiva.
- Abuso de alcohol.
Hay que prestar especial atención a situaciones como:
- La expresión de ideas suicidas.
- La ingesta «accidental» de medicamentos y acumulación de medicación.
- El encuentro de notas de despedida, cambios recientes en seguros o testamento, o entrega de objetos personales importantes.
- El abandono del autocuidado.
Factores de protección en las personas mayores
Una de las intervenciones en la prevención y el tratamiento de la conducta suicida es fomentar o potenciar los factores protectores, como los siguientes:
- Soporte familiar con el que la persona se sienta apoyada, reconocida y respetada.
- Soporte social que le haga sentirse integrada y con sentimiento de pertenencia a nivel social.
- Apoyo de los recursos sociales que le permitan tener vivienda, transporte, alimentación y atención sanitaria.
- Habilidades sociales que le permitan integrarse a los cambios que conlleva el envejecimiento y desarrollar intereses que le hagan tener una rutina diaria.
- Autoconfianza, autocontrol, capacidad de adaptación, saber pedir ayuda en momentos adversos, y capacidad para expresar sentimientos desagradables.