Y a los 18, ¿qué?
Al alcanzar la mayoría de edad, a los 18 años en España, las personas que eran atendidas en la red de servicios infantojuveniles pasan a serlo en la red de adultos. Este momento de cambio suele generar preguntas e inquietudes tanto a la persona joven como a la familia o personas cuidadoras. Esto es más acusado si cabe en aquellos menores con patologías crónicas, problemas de salud mental o discapacidad intelectual.
Muchos trastornos mentales tienen su inicio en la adolescencia y primera juventud y se mantienen a lo largo de la edad adulta. El paso a la red de salud mental de adultos puede ser un momento de especial vulnerabilidad para la persona joven si no se ha trabajado adecuadamente la transición de una a otra, garantizando la continuidad asistencial, dando respuesta a sus dudas e inquietudes, capacitando y empoderándole para el cambio, y previniendo la desvinculación de los servicios de atención.
Así, la transición o preparación al cambio de red es un proceso gradual que puede empezar alrededor de los 14 años y finaliza con la transferencia a los servicios de la red de adultos, a los 18 años. En los casos en que la persona tiene un trastorno mental o discapacidad y se valora necesario, esta transferencia puede demorarse unos pocos años más.
Principales cambios cuando se pasa a la red de adultos:
- Autonomía y toma de decisiones. Es la propia persona atendida y no ya la familia quien debe explicar al profesional sus necesidades, dificultades, dudas, inquietudes y expectativas. Deberá también tomar decisiones referidas a su cuidado y tratamiento, previamente informado y con el apoyo que en cada momento pueda necesitar.
- Responsabilidad. Debe también responsabilizarse de seguir las indicaciones y tratamientos recomendados por el equipo profesional, acudir a las visitas programadas, pedir la renovación de las recetas cuando sea necesario, etc.
- Confidencialidad. Las visitas con los equipos profesionales de la salud solo se podrán hacer en presencia de familiares o de personas cuidadoras si el joven así lo autoriza. Y lo mismo ocurre con la información médica, que no se podrá compartir con la familia sin autorización.
Recomendaciones para que el cambio de red asistencial sea lo más fluida y positiva posible:
- Compartir con el equipo profesional las dudas, miedos e inquietudes que tengan, así como las expectativas y objetivos.
- Adquirir el máximo conocimiento posible sobre la problemática, sus implicaciones y su manejo. Esto incluye detectar signos de alerta, cómo y dónde pedir ayuda en caso necesario, tratamiento farmacológico y efectos adversos, etc.
- Desarrollar capacidades y habilidades para el autocuidado y la toma de decisiones autónoma.
- En caso de duda o de necesidad de atención, acudir al equipo profesional de referencia. Es importante preguntar siempre en la primera visita quién será la persona referente y los canales de comunicación con ésta. Ante la duda, siempre se puede acudir al Centro de Atención Primaria.
- Conocer la red de servicios de adultos disponible. Se puede consultar al equipo profesional que ha estado atendiendo a la persona, pero también a profesionales de trabajo social. Se encuentran en los Centros de Atención Primaria, Centros de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP), Centros de Salud Mental Infantojuvenil (CSMIJ), centros hospitalarios y servicios sociales básicos.
- También es interesante conocer las asociaciones de familiares y de personas con trastorno mental del territorio donde residan. Estas entidades pueden informar, orientar, acompañar y atender tanto a la persona afectada como a la familia.
Favorecer el conocimiento, la capacitación y la autonomía de la persona atendida y su acompañamiento durante este período de cambio, serán elementos esenciales para una buena transición desde la red de atención infantojuvenil a la de adultos.
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