El papel del centro educativo en el tratamiento de un trastorno de la conducta alimentaria
La escuela es, en la infancia y adolescencia, uno de los principales espacios de socialización y desarrollo. En ella, crecemos, empezamos a construir nuestras proyecciones de futuro, establecemos los primeros vínculos de amistad y encontramos en el profesorado referentes que nos acompañan cada día. Cuando, por motivos de salud, la asistencia al centro educativo se ve afectada, algo se tambalea en nuestra rutina, nuestros sueños y en nuestra identidad. Especialmente cuando la autoexigencia académica suele ser alta y la persecución de la excelencia puede ser un hito constante.
Así acostumbra a suceder en chicas y chicos que inician el tratamiento en las unidades de trastorno de la conducta alimentaria. ¿Y ahora qué pasará? ¿Todo el esfuerzo académico hecho hasta ahora ha servido para algo? ¿Mis proyectos de futuro se van a pique? ¿Qué pensará de mí el equipo docente si hay un cambio en mi rendimiento? ¿Y mis compañeros y compañeras? ¿Qué y cómo explico lo que me está pasando? ¿Qué pasará con mis notas?
Algunas unidades de trastorno de la conducta alimentaria cuentan en su equipo de profesionales con una figura docente o psicopedagógica que puede acoger y acompañar estas inquietudes. Pese a todo, solo la vinculación entre el hospital y la escuela conforman una respuesta firme para los chicos y chicas. La escolarización sigue, los vínculos permanecen, los sueños perduran, el aprendizaje se expande.
Acompañar con una buena coordinacion educativa
Esta relación imprescindible es la que han tenido el Institut Doctor Puigvert de Barcelona y la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, que se han coordinado desde el primer momento para ofrecer el mejor acompañamiento y la mejor respuesta educativa a una alumna afectada de anorexia nerviosa. El centro no ha perdido nunca de vista que ser usuaria de un hospital no excluye ser compañera de clase, amiga y alumna.
Hay mucho trabajo por hacer: el proceso de valoración de desarrollo de los planes individualizados, las adaptaciones curriculares, la sensibilización del claustro, la preparación del grupo clase, la revisión de los materiales, etc. Pero, sobre todo, es necesaria mucha comunicación y mucha flexibilidad ya que no hay una hoja de ruta preestablecida.
No podemos predecir la duración ni la evolución del tratamiento, no podemos saber las preocupaciones ni la desazón que irán apareciendo en el alumnado y tampoco en el profesorado ni en la familia. Esta es, posiblemente, una de las principales funciones de la coordinación educativa durante el tratamiento: acompañar en la incertidumbre y asumir la responsabilidad de sostener las frustraciones, las resistencias y los miedos que surgen en toda la comunidad educativa ante un ingreso hospitalario.
El papel del centro educativo en este acompañamiento educativo y emocional ha sido básico. Noèlia Gómez, orientadora del Institut Puigvert, ha mantenido muchas conversaciones con la alumna afectada y que tenían como objetivo «tranquilizarla y escucharla, pero también mostrarle que todo el equipo docente estamos coordinados para poder acompañarla en el proceso que está viviendo». En la coordinación semanal con el hospital se habla de las cosas que preocupan a la chica y de sus necesidades en relación a la escuela (tareas escolares, si hay que hacer alguna adaptación, etc.). De hecho, todo el equipo docente se implica para facilitar que pueda continuar sus estudios. «El profesorado le ha ido haciendo llegar las tareas para poder trabajarlas en el hospital y ha flexibilizado los días de los exámenes y entregas en función de sus necesidades», explica Noèlia.
Se trata de un «gran trabajo en red de todos los servicios implicados», destaca, pero también con la familia, que «en todo momento nos informa de cómo está su hija y en qué momento de la enfermedad está, pero siempre mostrando absoluta confianza en nuestro criterio profesional». En este sentido, la comunicación entre el centro educativo, la familia y el hospital sobre el estado de salud físico y emocional de la alumna «ha facilitado siempre una actuación rápida».
En esta coordinación es importante unificar objetivos y discursos. Tanto la persona que está recibiendo tratamiento como su familia, el profesorado y el grupo de iguales necesitan contención y, para ofrecérsela, es necesario unificar criterios, que no es lo mismo que dar siempre la misma respuesta.
El Institut Puigvert es consciente de la importancia de la prevención y detección precoz de los casos de trastornos de la conducta alimentaria. También es importante el papel de los profesionales de orientación educativa que, como Noèlia, hacen seguimiento de los y las alumnas con necesidades específicas y dedican unas horas a la atención del alumnado y a su seguimiento con las familias y los servicios de salud.
El pedagogo Marcos Santos Gómez habla del tacto pedagógico como «una especie de sensibilidad situacional, dada en una situación educativa, de la cual se extraen consideraciones para una acción prudente, equilibrada, eficaz, encaminada a obtener un bien en el niño» (Gómez, 2013). Y es esto lo que ha destacado en esta experiencia de coordinación y acompañamiento; una sensibilidad que ha consolidado, con profesionalidad, coherencia y trabajo colaborativo, una fantástica respuesta educativa.
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