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Factores de riesgo de suicidio en las mujeres

Aspectos individuales, experiencias de vida y factores sociales que influyen en la conducta suicida
Marcela Mezzatesta
Marcela Mezzatesta Gava
Psiquiatra de la Unidad del Trastorno del Espectro del Autismo (UnimTEA). Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona

La conducta suicida es compleja y suele haber una interacción de múltiples factores que contribuyen en ella. La experiencia del comportamiento suicida es única e individual por naturaleza, pero existen una serie de factores biopsicosociales y culturales que influyen en el riesgo de suicidio en las mujeres, aunque el nivel de investigación sobre las diferencias en los factores de riesgo entre géneros es todavía limitado.

Los factores de riesgo pueden diferenciarse en los factores distales o de fondo, como los factores genéticos, y los factores proximales, más inmediatos, como los eventos vitales estresantes recientes. Estos factores interactúan con una confluencia de determinantes sociales, por ejemplo, la violencia de género en la pareja, la limitación de la autonomía, de la equidad económica y de la salud, las cuestiones de igualdad en el empleo, el acoso laboral, los estereotipos sociales o las normas culturales, entre otros aspectos que también pueden impactar en el bienestar de las mujeres.

Se conoce que una amplia gama de factores de riesgo influye en la conducta suicida de las mujeres. Algunos de ellos se ilustran a continuación, siguiendo el Modelo Ecológico, que los agrupa en tres áreas: factores de riesgo individuales; experiencias de vida y relaciones; y factores sociales y comunitarios (Dahlberg & Krug, 2002; OMS, 2014).

Factores individuales

Entre los factores individuales, encontramos:

  • Factores genéticos y biológicos.
  • Sentimientos de desesperanza.
  • Diagnósticos de salud mental y síntomas relacionados (depresión, problemas de conducta alimentaria, esquizofrenia, estructura límite de personalidad, estrés postraumático).
  • Embarazo no deseado.
  • Depresión posparto.
  • Uso nocivo de alcohol y sustancias.
  • Enfermedad o dolor crónico.
  • Acceso a medios letales.
  • Conducta suicida previa no fatal.

Trastornos de salud mental: depresión, TLP, conductas autolesivas y TCA

Mujeres con antecedentes de diagnósticos de trastornos mentales, en particular la depresión, y ansiedad tienen un mayor riesgo de conducta suicida.  Sin embargo, no todas las mujeres que experimentan un sufrimiento mental, acaban teniendo conducta suicida.

Los síntomas de salud mental que experimentan más las mujeres y que conllevan un mayor riesgo de suicidio incluyen depresión y problemas alimentarios (tanto bulimia como anorexia nerviosa).

La depresión es un problema importante para un número significativo de mujeres de mediana edad y mayores; la perimenopausia y la menopausia son momentos complejos de la vida para las mujeres, con un incremento significativo de los diagnósticos de depresión en esta etapa vital (Cohen et al., 2006). Existe un debate entre los profesionales de la salud sobre si se trata de una nueva depresión debido a la menopausia o si se trata de una depresión preexistente exacerbada en este momento. En este grupo etario, las mujeres también tienen un mayor tasa y número de suicidios que las mujeres de todas las demás edades, incluyendo a las jóvenes (Lawrence et al., 2000).

A nivel de salud mental, destacan también las autolesiones no suicidas. Este comportamiento puede ser extremadamente complejo, no bien comprendido y muy angustiante para los individuos, la familia, las amistades y la comunidad (Lindgren et al., 2004). Es un factor de riesgo para conductas suicidas y eventuales suicidios (Ranzcp, 2004) y, al igual que las conductas suicidas, es más prevalente entre las mujeres, especialmente las más jóvenes. Un gran estudio poblacional (Martin et al., 2010a) reveló que la prevalencia de las autolesiones no suicidas era mayor para las chicas en la franja etaria de 15 a 19 años, y de 20 a 24 años, tanto en el último mes como a lo largo de la vida, en comparación con los varones de las mismas franjas etarias. Este estudio indicaba además que la autolesión coexiste con pensamientos suicidas en el 48,1% de las personas encuestadas y reveló una historia de intentos de suicidio en el 26,3% (Martin et al., 2010). La conducta autolesiva se utiliza a menudo como mecanismo desadaptativo de afrontamiento (Favarro et al., 2007; Martin et al., 2010b).

Por otro lado, el trastorno límite de la personalidad (TLP) es un trastorno mental grave y persistente que prevalece entre las mujeres. Entre el 69% y el 80% de las mujeres con TLP tienen conductas suicidas, con una tasa de mortalidad por suicidio de hasta el 9% (Linehan et al., 2006).

Teniendo en cuenta la frecuente coexistencia entre la autolesión y conducta suicida en las mujeres, es imperativo que se aborde esta temática, especialmente en el caso de las más jóvenes.

Relación entre embarazo y conducta suicida

La relación entre el embarazo y las tendencias suicidas es complejo, ya que la maternidad generalmente proporciona un efecto protector. Sin embargo, han habido dificultades significativas para recopilar datos precisos sobre la prevalencia de la conducta suicida y el suicidio entre personas gestantes en nuestro contexto.

Las tasas de mortalidad por suicidio parecen ser más bajas entre las mujeres embarazadas que entre las mujeres no embarazadas (Oates, 2003; Austin, Kildea y Sullivan, 2007). A pesar del posible factor protector del embarazo y la maternidad para las mujeres, el suicidio es una de las principales causas de muerte en las mujeres durante el embarazo y en el año posterior al parto y un contribuyente significativo a la mortalidad materna indirecta (Austin et al., 2007; Palladino et al., 2011; Humphry, 2011).

La literatura indica que una de cada diez mujeres desarrolla depresión durante el embarazo (prenatal) y una de cada siete tras el parto (postnatal); un 30% de las mujeres embarazadas con depresión experimentan ideación suicida (Gold et al., 2012; Melville et al., 2010). Entre los factores asociados con la ideación suicida durante el período prenatal se incluyen la depresión, el estrés percibido, el tabaquismo y los problemas de salud mental comunes (Gavin et al., 2011; Huang et al., 2012). Austin et al. (2007) identificaron un perfil de riesgo exclusivo de las mujeres en edad fértil: mujeres con hospitalización psiquiátrica previa sin su bebé y trastornos mentales graves de aparición temprana después del parto (psicosis posparto). En mujeres con psicosis posparto, el riesgo de suicidio aumentó siete veces en el año posterior al parto y diecisiete veces a largo plazo (Appleby et al., 1998).

A pesar del posible factor protector del embarazo y la maternidad para las mujeres, el suicidio es una de las principales causas de muerte en las mujeres durante el embarazo y en el año posterior al parto,

Otro factor que puede contribuir a la aparición de conducta suicida en este período, es la violencia de género en el contexto de la pareja, que también alcanza su punto máximo durante el embarazo por una amplia gama de razones psicosociales (Martin et al., 2004), fortaleciendo el riesgo combinado de embarazo (particularmente si no es planificado), la violencia y las tendencias suicidas.

El efecto protector del embarazo puede verse disminuido también en mujeres menores de veinte años o en los casos en que el embarazo termina en muerte fetal, aborto espontáneo, pérdida de un hijo o cuando no es deseado (Qin et al., 2000; Qin y Mortenson, 2003). Existe una asociación de larga data entre depresión, comportamiento suicida y embarazo no deseado (Bunevicius et al., 2009; Newport et al., 2007).

A pesar del mito común, no existe evidencia concreta que vincule el aborto con impacto a nivel de problemas de salud mental (Charles et al., 2008). La probabilidad de que una mujer experimente una peor salud mental después de una interrupción voluntaria de un embarazo parecería depender más de factores como el estado de salud mental preexistente (Robinson et al., 2009), la ambivalencia hacia el embarazo (Kero, Hogberg & Lalos, 2004) o la exposición a violencia de pareja (Taft y Watson, 2008).

Por tanto, el embarazo (y otros acontecimientos cardinales de la vida) puede aumentar, disminuir o no estar relacionado con el riesgo de suicidio dependiendo de la valencia psicológica del embarazo para esa mujer, de los tipos de redes de apoyo proporcionadas durante la gestación y la crianza y de la presencia coincidente de factores de riesgo subyacentes de suicidio (Phillips, 2014).

Uso de sustancias tóxicas

Por último, el uso nocivo de alcohol y sustancias se considera también un factor de riesgo para la conducta suicida, y se detecta consumo problemático de alcohol en casi el 28% de las mujeres y el 36% de los hombres que se suicidan (Carreta et al., 2023).

Experiencias de vida y relaciones

En el segundo grupo de factores destacan aquellos vinculados con la experiencia de vida y las relaciones, entre los cuales:

  • La exposición a experiencias de crianza adversas o conflictos parentales violentos.
  • Historia en la familia de origen de violencia o suicidio.
  • Estructuras familiares fracturadas
  • Relación sentimental actual conflictiva.
  • Violencia de género en el contexto de pareja.
  • Abuso sexual.
  • Subempleo o desempleo.
  • Estrés o acoso laboral.
  • Dificultades económicas y pobreza.

Violencia en el contexto de la pareja

Específicamente, la violencia de género en el contexto de pareja es un factor a tener en cuenta. Una revisión de 664 estudios relevantes demostraron una fuerte e inequívoca relación entre la violencia de género en el contexto de pareja sentimental y las tendencias suicidas (McLaughlin et al., 2012).

De acuerdo con la OMS, las estimaciones mundiales indican que alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida (OMS, 2021).  Estas experiencias están relacionadas con conductas suicidas (Oquendo et al., 2007; Curtis, 2006). Las mujeres que resultan gravemente heridas en incidentes de violencia de género tienen más probabilidades de reportar depresión, ansiedad, abuso de alcohol , problemas alimentarios, estrés postraumático e ideación suicida (Curtis, 2006).

Alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida, unas experiencias relacionadas con la conducta suicida.

Cabe destacar que las mujeres que han sobrevivido violencias por sus parejas íntimas tienen casi cuatro veces más probabilidades de tener ideas suicidas en comparación con las mujeres sin estos antecedentes (Taft, 2006), y tienen un mayor riesgo de intentos de suicidio (Coker et al., 2002).

Abuso sexual infantil

Por otro lado, la exposición al abuso sexual infantil puede resultar en una mayor vulnerabilidad a psicopatologías posteriores y a eventos vitales adversos. El riesgo de ideación e intentos de suicidio aumenta con la magnitud del abuso. La ideación suicida es más común entre las mujeres que han sido agredidas sexualmente que entre la población general (Stepakoff 1998), y las supervivientes más jóvenes pueden estar en particular riesgo de intentar suicidarse después de una agresión sexual (Petrak, 2002).

Historia en la familia de origen

Dentro de este grupo de factores de riesgo, cabe señalar también la historia en la familia de origen de violencia o suicidio, y el duelo por suicidio. Las mujeres se ven significativamente afectadas por el suicidio de alguien de su entorno familiar o social, sin embargo, esto a menudo se pasa por alto en las estrategias de prevención y posvención del suicidio (Pitman et al., 2014). Algunos estudios señalan que de todas las relaciones con los fallecidos, las parejas de sexo femenino y las madres de las personas que mueren por suicidio son los grupos con mayor riesgo de presentar conducta suicida (Agerbo 2003, 2005). Es vital aplicar una lente cultural al considerar y abordar la pérdida y el duelo en los entornos afectivos próximos de las personas que consuman un suicidio.

Factores sociales y comunitarios

En el tercer grupo de factores, encontramos aquellos relevantes a nivel comunitario y social, tales como el acoso y los crímenes de odio, el aislamiento social o geográfico y los prejuicios culturales sobre el comportamiento suicida de las mujeres.

El acoso y el ciberacoso

En mayor profundidad, en cuanto al acoso y los crímenes de odio, hay una compleja relación entre el bullying y el riesgo de conducta suicida (Gould et al. 2003). El acoso se define como la victimización física o emocional continua de una persona. La intimidación y la victimización entre pares pone a las adolescentes en mayor riesgo de ideación y conducta, especialmente cuando otra psicopatología está presente (por ejemplo, depresión o condición dentro del espectro del autismo, entre otras) o cuando la persona acosada forma parte de un colectivo minoritario (migración, diversidad afectivosexual, etc.) (Van Geel, 2014). No es necesariamente la intimidación per se; hay muchas variables mediadoras relevantes; la ideación y la conducta suicida generalmente no es atribuida a un solo evento o factor (Arseneault et al., 2010; Wang et al., 2011).

Acosar a otras personas, y no sólo ser victimizado, se asocia con depresión, ideas e intentos suicidas (Kaltiala Heino et al., 2000; Roland, 2002). La asociación más fuerte entre la participación en el acoso y la depresión, ideación e intentos suicidas es encontrada entre aquellos que son a la vez acosadores y víctimas (bullyvictims) (Kim & Leventhal, 2008; Klomek et al., 2007).

Como grupo, los adolescentes tienen mayor riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas, si han sido tanto acosadores como víctimas. Para las mujeres, cualquier participación en el acoso se asocia con resultados adversos. Son en general en menor medida acosadoras, pero cuando lo son, tienen un deterioro más grave que sus iguales masculinos (Kim, et al., 2006; Wasserman et al., 2005).

Acosar a otras personas, y no sólo ser acosado, se asocia con depresión, ideas e intentos suicidas. Los adolescentes tienen mayor riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas, si han sido tanto acosadores como víctimas.

Las chicas tienen especial riesgo de presentar conducta suicida en contexto de acoso si sufren depresión y si consumen alcohol, drogas u otras sustancias (Lieberman et al., 2008). La victimización frecuente y sostenida y desde etapas tempranas en el tiempo se asocia con intentos de suicidio posteriores (Sourander et al., 2005; Klomek et al., 2007, 2008, 2009, 2011).

A pesar de su reciente prevalencia en los medios y la sociedad en general, el ciberacoso es un concepto relativamente nuevo en el ámbito de la investigación. Algunos estudios empíricos han demostrado una asociación entre el ciberacoso con la psicopatología y el suicidio (Klomek et al., 2008; Surander et al., 2010). Un metaanálisis reciente de Van Geels (2014) afirma que los efectos del ciberacoso son más graves porque se puede llegar a un público más amplio a través de Internet y se puede almacenar material en línea, lo que hace que las víctimas revivan experiencias denigrantes con más frecuencia. Se necesitan más estudios longitudinales para examinar la asociación entre el ciberacoso y el suicidio.

La investigación sobre este tema está aumentando y respalda firmemente la opinión de que todas las formas de acoso y victimización entre pares son claros factores de riesgo de depresión y tendencias suicidas y deben abordarse en todos los entornos.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 6 de Marzo de 2024
Última modificación: 6 de Marzo de 2024

Si tienes pensamientos suicidas, pide ayuda:

También puedes comunicarte con los servicios de emergencia locales de tu zona de residencia.

Marcela Mezzatesta

Marcela Mezzatesta Gava

Psiquiatra de la Unidad del Trastorno del Espectro del Autismo (UnimTEA). Área de Salud Mental
Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
Bibliografía
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