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Elena, María Dolores, Juana y Amor se han conocido en el grupo de apoyo «Acompañando la soledad», que hace más de diez años impulsó Jordi Ramon, enfermero especialista en salud mental del Parc Sanitari Sant Joan de Déu. Las cuatro coinciden bastante a la hora de describir cómo se sentían antes de participar en este grupo, con frases como: «Me encontraba en un pozo muy profundo»; «Cuando estaba en casa, solo tenía ganas de llorar»; «No tenía ganas de hacer nada»; o «Es muy duro no poder compartir lo que sientes y lo que te pasa». Y si preguntamos al resto de personas que integran el grupo, la palabra tristeza es la que más se repite cuando recuerdan qué ha significado para ellas la soledad.

La soledad no deseada afecta la salud mental de las personas que tienen este sentimiento que les hace sufrir tanto y que les puede provocar depresión, ansiedad e insomnio y que, incluso, puede ser una causa de riesgo de suicidio. A pesar de que la soledad no deseada puede afectar en cualquier edad y que cada vez hay más personas jóvenes que dicen que se sientan solas, sí que es cierto que durante la vejez se puede ver incrementado este sentimiento por la pérdida de las amistades o de la pareja.

Este es el caso de Amor, para quien la muerte de su marido y la enfermedad de su hija supuso un golpe muy duro que le costó superar: «Me hundí en un pozo muy profundo que no le deseo a nadie y del que no podía salir. Y te vas a la cama y no puedes dormir, y solo puedes llorar». Y también el de Juana, que es viuda y vive sola en su casa, sin entender «que viva tanta gente en estos edificios tan altos y que nadie vaya a casa del vecino a charlar un rato». Sus palabras nos remiten al recuerdo que ella tiene de la idea de comunidad, en la que las personas cuidan unas de las otras, y se lamenta que «ahora todo es diferente, todo el mundo va a lo suyo». Las dos son unas veteranas del grupo de apoyo a la soledad, y las dos afirman que para ellas hay un antes y un después de estar en este grupo, que también les ha aportado vincularse a la comunidad para hacer actividades, tener conversaciones por teléfono y quedar fuera de las horas de la sesión grupal para salir a disfrutar de la ciudad en compañía.

No es lo mismo irse un rato a la montaña o a la playa porque quieres estar sola, que sentirte sola, una sensación terrorífica que no le deseo a nadie.

«Puedes estar acompañada, tener familia y sentirte muy sola», nos recuerda por su parte María Dolores, para quien la vida ha sido demasiado complicada. Conoce este sentimiento muy de cerca y lo explica con claridad: «La soledad no deseada, en un momento determinado, te puede llevar a una depresión, porque no es el mismo decir «hoy me apetece estar sola», y te vas a la montaña, pero cuando vuelves, sabes que dejarás de estar sola, que sentirte sola cada día». Por eso, para ella es importante poder compartir estos ratos con el grupo: «Es un lugar ideal, donde puedes charlar de cualquier tema con gente que es como tú, porque a nosotros también nos gusta compartir las cosas». Ya ha dejado atrás el tiempo en el que «estaba encerrada en casa, tenía la tele encendida para tener compañía y siempre me estaba lamentando de lo desgraciada que era». Tanto es así, que considera que el grupo le ha cambiado la vida un 99%.

Combatir la soledad saliendo a la comunidad

Jordi Ramon nos explica qué lo hizo decidirse a crear este grupo: «Venía mucha gente a las visitas con diagnósticos de ansiedad, de depresión y, cuando explorabas un poco, veías que lo que tenían en realidad era un problema de soledad». Y una de las dificultades que se encontraba es que «cuando estas personas llevan mucho tiempo con este sentimiento de soledad, es muy difícil hacerles entender en una visita la necesidad de salir a la comunidad, de relacionarse». Para él, esta es la manera de cuidar a las personas, escuchándolas, atendiendo sus carencias emocionales, integrándolas en la comunidad, facilitándoles estas relaciones. Y con los ojos llenos de orgullo y de emoción, nos asegura que muchas de estas personas «no solo dejan de tomar mucha de la medicación que tomaban y se sienten mejor, sino que ahora son ellas las que detectan a otros vecinos y vecinas que se sienten solos y los traen al grupo».

Muchas personas que antes se sentían solas y ni lo sabían ahora son las que detectan a vecinos y vecinas que pueden estar en esta situación y los traen al grupo.

Una de las personas a quien Jordi animó a participar en este grupo es Elena. Hace solo dos días que se ha añadido a él, pero está contenta de haber tomado esta decisión: «Aquí me siento bien, la gente me entiende y no me juzgan. Además, tengo la cabeza distraída y, mientras estoy aquí, no pienso en nada más». Elena nos explica que, «a pesar de tener a mi madre y a mi hermana, yo me sentía muy sola, porque me sentía muy incomprendida». Y un día estalló, con una ansiedad grave a la que se sumó una depresión. «No quería salir de casa, no me duchaba, me daba igual si iba peinada o no, o si me moría….». Y así se fue aislando y fue perdiendo por el camino a sus amigos, con «un miedo inmenso de perder también mi hermana, porque entonces sí que me quedaré totalmente sola y no sé si me veré capaz de hacer ni una gestión». Y pide: «Ojalá pueda continuar viniendo».

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 3 de Abril de 2024
Última modificación: 17 de Mayo de 2024

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