Depresión en niños y adolescentes con enfermedades crónicas
Resumen
La aparición de una enfermedad crónica es una experiencia que presenta muchos retos, especialmente en la infancia o la adolescencia: cambio de hábitos, dificultades en el día a día, dolor, dudas, etc. Esta nueva situación puede sobrepasar y afectar emocionalmente a quien lo padece.
En la mayoría de los casos, los niños y adolescentes se adaptan bien a los cambios que suponen convivir con una enfermedad crónica, pero hay que prestar atención a las reacciones emocionales para valorar si son las esperables o si estamos ante un posible riesgo de desarrollar una depresión mayor.
En este artículo, conocemos qué señales de alarma nos pueden indicar dificultades en la gestión emocional de una enfermedad crónica para poder ofrecer, a los niños, niñas y adolescentes, un buen acompañamiento.
Las personas que padecen enfermedades crónicas presentan, en general, una peor calidad de vida (Megari, 2013). No solo por los problemas físicos a los que tienen que enfrentarse, sino también por el malestar emocional que presentan asociado y, en algunos casos, un mayor riesgo de desarrollar síntomas de ansiedad y de depresión limitantes (Sziegethy et al., 2014).
Este hecho es especialmente relevante cuando las enfermedades ocurren durante etapas vitales de mayor vulnerabilidad, como lo son la infancia y la adolescencia. Aunque la mayor parte de niños, adolescentes y sus familias se adaptan a los retos que esto plantea, aproximadamente 1 de cada 4 desarrollará un trastorno de salud mental asociado a la enfermedad médica, habitualmente de la esfera de la ansiedad o la depresión (Shaw y DeMaso, 2020).
Las reacciones emocionales ante la enfermedad son respuestas normales (adaptativas en muchos casos), esperables y variables. En esta ocasión queremos destacar la tristeza. Esta emoción aparecerá vinculada al proceso de asimilación de la enfermedad, en la medida que la persona comprende la irreversibilidad de la misma y las pérdidas asociadas. En este sentido, diversos autores han propuesto desde el modelo de duelo de Klüber-Ross (1969) o de Worden (2010) que el proceso de adaptación a la enfermedad crónica seria equiparable al afrontamiento de múltiples pérdidas, principalmente relacionadas con la salud, pero también con la independencia, el sentido de control, la privacidad, la imagen corporal, algunas relaciones interpersonales, autoestima, planes futuros o rutinas familiares.
Distinguir los síntomas de depresión en niños con enfermedades crónicas
Conviene distinguir entre el proceso de adaptación normal y esperado, en el que puede existir tristeza ante la enfermedad, de lo que sería una depresión mayor. Por este motivo, resulta importante monitorizar el estado de ánimo del niño o adolescente con enfermedad crónica, con la finalidad de valorar si se trata de una respuesta esperable, ajustada y proporcional, o bien si el malestar que está manifestando es un indicador de riesgo que requerirá un abordaje por un especialista en salud mental.
Algunas señales de alarma que nos pueden indicar que están apareciendo dificultades en el afrontamiento al proceso de enfermedad crónica y que quizás la persona puede estar desarrollando una depresión mayor serían los siguientes:
- Estado de ánimo triste e irritable la mayor parte del tiempo.
- Sentimiento de profundo vacío y dolor ante la situación que no cede.
- Falta de interés por actividades que antes le gustaban.
- Actitud de claudicación ante la enfermedad.
- Abandono de los tratamientos.
- Negativa a acudir a las citas médicas.
Una enfermedad crónica supone un reto importante para el niño o adolescente que la padece. Aunque la mayoría consigue adaptarse bien, en ocasiones el malestar emocional es tan intenso, persistente en el tiempo y difícil de gestionar que ocasiona síntomas de ansiedad y depresión significativos.
Sin embargo, la enfermedad crónica no tiene por qué ser siempre una experiencia traumática. Por tanto, resulta imprescindible acompañar y detectar las señales de malestar emocional que puede estar manifestando el niño o adolescente a su situación médica, con la finalidad de ofrecer las ayudas y soporte necesario que le permitan mejorar su calidad de vida, activar sus fortalezas y fomentar la resiliencia ante el proceso de cronicidad.
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