El síndrome de la ingesta nocturna, mucho más que un mal hábito
Cuando en 2013 se puso al día la clasificación de trastornos mentales, se individualizó un trastorno de la conducta alimentaria que es todavía poco conocido, al tiempo que adquiría entidad propia el trastorno por atracones. Se trata de la hiperfagia nocturna o síndrome de la ingesta nocturna (Night eating disorder), descrita por primera vez en 1955.
Este es un desorden de la alimentación que está a medio camino entre los problemas alimenticios y los trastornos del sueño, como veremos. Afecta por igual a ambos sexos, todas las edades y poblaciones con diversidad genética, sin diferencias. Se estima que afecta a entre un 0,5 - 1,5 % de la población general.
Las personas con síndrome de ingesta nocturna se caracterizan por:
- Tener predilección para alimentarse mayoritariamente al anochecer o durante la noche.
- A menudo tienen poco o nada de hambre por las mañanas.
- Tienen problemas para dormir, con mal descanso nocturno.
- Tienen cambios en el estado de ánimo, que suele ser en forma de humor depresivo o irritable.
¿Por qué se considera un trastorno? Primero, por la sintomatología acompañante: insomnio, ansiedad-depresión; también porque puede derivar en atracones; y finalmente, por las consecuencias en la salud que se pueden derivar.
Característicamente, la persona siente con frecuencia un mayor deseo de comer por la tarde-noche, pasada la hora de cenar, o durante la noche. No necesariamente comer de más; la sobreingesta puede estar presente o no. Puede tratarse simplemente de tomar un bocado, a menudo con preferencia por un determinado alimento.
Asimismo, el horario de las comidas está influenciado por otros factores, entre ellos el clima. En los países nórdicos se cena y la gente se retira más temprano que en los mediterráneos, por ejemplo. No es tanto un tema de horario como de balance de ingesta.
También puede que esta necesidad de comida aparezca una vez ya encamados, o que la persona se despierte en medio de la noche y se levante a comer; ya que suele juntarse con problemas para conciliar o mantener sueño.
Al comer se calma la ansiedad y es más fácil dormirse, y a veces ya se mantiene el sueño sin interrupción. Pero el descanso suele ser de mala calidad, dejando un remanente de cansancio y somnolencia durante el día. Puede haber otras alteraciones del dormir, como piernas inquietas o sonambulismo. Pero, a diferencia de lo que ocurre en estos fenómenos, la persona que tiene hiperfagia nocturna se mantiene consciente de lo que hace, lo que puede acarrear sentimientos de culpa o vergüenza y derivar en depresión.
El peso puede aumentarse o mantenerse normal, dependiendo de las cantidades ingeridas y de la frecuencia de episodios.
Causas de la hiperfagia nocturna
No se ha identificado una causa concreta de la hiperfagia nocturna, considerada como un trastorno multifactorial. Puede haber otros miembros de la familia que tengan hábitos similares, un ritmo circadiano fisiológicamente atrasado, activándose más de noche que de día los centros cerebrales que responden a la comida. Es decir, que el ritmo de activación del cuerpo es más tardío que el que tiene la mayoría de la gente.
Las pruebas de laboratorio han detectado algunos cambios hormonales: un aumento del cortisol, insulina y glucosa y niveles más bajos de serotonina, melatonina, grelina y leptina en personas con hiperfagia nocturna respecto a personas sanas. La melatonina es una hormona que favorece el sueño y, al encontrarse en niveles más bajos, el sueño se dificulta.
Puede que todo se trate de un patrón transitorio, relacionándose con situaciones donde se altera el ritmo normal de sueño-vigilia-activación o el equilibrio hormonal. Son poblaciones de riesgo, por ejemplo, los estudiantes universitarios, mujeres embarazadas y, probablemente, personas que alternan turnos laborales. También se ha relacionado con hechos traumáticos en la infancia.
Puede coexistir con otros trastornos de la conducta alimentaria: un tercio de personas con síndrome de ingesta nocturna tienen también trastorno por atracones. En algunos casos también puede aparecer a lo largo de una bulimia, y hasta de una anorexia nerviosa, aunque no es habitual.
Complicaciones físicas y emocionales del trastorno
El principal problema de este funcionamiento son las complicaciones físicas que puede acarrear. Puesto que puede derivar en sobrepeso y obesidad, con mayor probabilidad cuanto más tiempo de evolución. Y si esto ocurre, comporta peor pronóstico. Un estudio ha identificado que más de la mitad (55 %) de personas con obesidad que optan a una reducción gástrica cumplen criterios de trastorno por sobreingestas nocturnas o trastorno por atracones (Succurro y cols., 2015). También puede manifestarse con el tiempo una diabetes, aumentar el colesterol y aparecer hipertensión arterial.
A nivel emocional, la hiperfagia nocturna tiene también repercusión, porque suele asociarse a ansiedad y sobre todo depresión, y a un estado de ánimo triste o irritable que empeora al adelantar el día porque se va acumulando cansancio.
Parte de las personas con este problema tienen un carácter impulsivo, lo que puede manifestarse en otros ámbitos, por ejemplo, el consumo de tabaco y otras sustancias.
Por todo ello, es importante diagnosticar y tratar esta condición.
Se considera un trastorno y no un simple estilo alimenticio cuando tiene repercusión negativa en el funcionamiento cotidiano. Por ejemplo, por la somnolencia matinal, que puede afectar al rendimiento en la escuela o el trabajo. Y para diagnosticarlo habrá que diferenciarlo bien de otros trastornos como la bulimia o el sonambulismo, o el síndrome de apneas del sueño, con el que puede coincidir.
Respecto al tratamiento, algunos fármacos que regulan los niveles de serotonina (antidepresivos) han mostrado eficacia, como algún anti-impulsivo (topiramato), la terapia lumínica, y la práctica de relajación muscular. Lo mejor es individualizar el abordaje, combinando una psicoterapia que dirija pensamientos asociados al hábito alimentario con medidas de higiene del sueño y reeducación de los hábitos dietéticos (terapia cognitivo-conductual), asociándolo a la práctica regular de alguna técnica de relajación, terapia lumínica o medicación, según el caso.
Recordemos que hablamos de tratar un hábito que se ha convertido en un problema que está repercutiendo en el normal funcionamiento, no una simple preferencia por los horarios de comida.
En definitiva, el trastorno por sobreingesta nocturna es un problema de conducta alimentaria a medio camino entre los atracones y los trastornos del sueño. Se trata de un trastorno que debe situarse con mayor precisión dentro del espectro de trastornos de la conducta alimentaria. Para ello será necesario disponer de más estudios específicos, que valoren tratamientos concretos y proporcionen seguimiento evolutivo. Y lo que es más importante, debemos intentar detectar antes este problema y ofrecer tratamiento, basado en la evidencia disponible, para evitar las complicaciones físicas y psicológicas derivadas y así poder restablecer un funcionamiento adaptado y un estado de ánimo en concordancia.
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